Dependencia Económica

El imperialismo y la dependencia, dos caras de un mismo fenómeno de injusta dominación, son fruto de la adoración del poder estimulada por la idolatría del dinero. También las dependencias financiera y tecnológica son razones que explican el por qué el desarrollo copiado subdesarrolla; y por qué, a diferencia de las naciones ricas, de las que se copian los métodos, pautas y valores, no se resuelven los problemas de la región, sino que en su lugar, se acumulan los de los países que sirvieron de modelo, pues las tecnologías de importación, progresivamente más sofisticadas, costosas y diseñadas para producciones en auge, con cada vez menores componentes de mano de obra, devoran mayores cantidades de divisas para su adquisición y mantenimiento y dejan numerosos contingentes de personas nativas sin empleo. Estas tecnologías permanecen en gran parte subutilizadas, con lo cual no pueden aprovecharse las economías de escala, así la productividad que se aduce como razón para su importación no produce sus efectos. Por otro lado, el sector tradicional paga menores salarios y los métodos modernos de producción implican una productividad lo suficientemente mayor para pagar salarios superiores a los del sector tradicional, pero esto ocurre sólo si el tamaño del mercado es lo suficientemente grande. A su vez el tamaño del mercado depende de la adopción de técnicas modernas. Si la modernización alcanza una escala suficiente, el proceso es auto-sostenido; caso contrario, fracasa.

La Iglesia en Latinoamérica resalta la importancia que poseen las características de las relaciones comerciales entre las naciones industrializadas y las más pobres, en la instauración de la dependencia económica que resulta del sistema imperante. En el 66.c del documento elaborado en Puebla se señalan dos puntos que traen como consecuencia “ El hecho de la dependencia económica, tecnológica, política y cultural ...” que son: “... la presencia de conglomerados multinacionales que muchas veces velan sólo por sus propios intereses a costa del bien del país que los acoge ...” y por otro lado “... la pérdida de valor de nuestras materias primas comparado con el precio de los productos elaborados que adquirimos .”

Por ser las naciones altamente desarrolladas creadoras de las tecnologías avanzadas que utilizan en sus procesos productivos, se aseguran crecientes oportunidades de empleo a sus trabajadores. Mientras en las economías de los países ricos la generación permanente de empleos es una de las consecuencias y mayores beneficios de su moderna industrialización, en las economías pobres y copiadas la industria moderna no genera nuevos empleos, más bien los restringe debido a la creciente automatización de máquinas y equipos. Así, con el desempleo de su propia gente, debido a las tecnologías extranjeras, los países pobres subsidian el “pleno empleo” de las naciones ricas, productoras y exportadoras de tales tecnologías.

La idea de desarrollo-liberalización que se instaló décadas atrás en los programas económicos de América Latina es justamente la causa del subdesarrollo de la región, los obispos católicos en Medellín expresaban que se debía a las desfavorables condiciones del comercio internacional. “... A causa de la depreciación relativa de los términos del intercambio, las materias primas valen cada vez menos con relación al costo de los productos manufacturados. Ello significa que los países productores de materias primas -sobre todo si se trata de monoproductores- permanecen siempre pobres, mientras que los países industrializados se enriquecen cada vez más ...” Lo que implica, también, una pérdida de recursos para los países más pobres: “ Fuga de capitales económicos y humanos. La búsqueda de seguridad y el criterio de lucro individual lleva a muchos miembros de los sectores acomodados de nuestros países a invertir sus ganancias en el extranjero ... A ello se agrega la fuga de técnicos y personal competente, hecho tan grave como la fuga de capitales, o acaso más, por el alto costo de la formación de profesionales y el valor multiplicador de su acción .”

El desarrollo económico en un país no procede de una manera uniforme en todas sus zonas si es abandonado exclusivamente a las decisiones privadas. Existe una tendencia a intensificarse estas diferencias porque las regiones en las cuales el impulso de la industrialización actúa primeramente tienden a progresar más rápido. Un fenómeno análogo se encuentra en las relaciones internacionales como consecuencia de la creciente interdependencia entre las economías de los pueblos.

Así, bajo este sistema es inevitable la dependencia, tanto económica como política, que sufren los países de la región: “ Nos referimos aquí, particularmente, a las consecuencias que entraña para nuestros países su dependencia de un centro de poder económico, en torno al cual gravitan. De allí resulta que nuestras naciones, con frecuencia, no son dueñas de sus bienes ni de sus decisiones económicas. Como es obvio, esto no deja de tener sus incidencias en lo político, dada la interdependencia que existe entre ambos campos .” Provocada, principalmente, por el espíritu mismo del sistema dominante en el que actúan fuerzas que, inspiradas en el lucro sin freno, conducen a la dictadura económica y al imperialismo internacional del dinero.

Pablo VI, en su encíclica sobre el desarrollo de los pueblos, acusa que el desarrollo de algunos países se produce a costa del subdesarrollo de otros, principalmente por la naturaleza de sus relaciones comerciales; “ Las naciones altamente industrializadas —en número y en productividad— exportan principalmente sus manufacturas, mientras las economías poco desarrolladas no pueden vender sino productos agrícolas o materias primas ...”, por el abismo en materia de tecnología “... Gracias al progreso técnico, los primeros rápidamente aumentan su valor y encuentran fácilmente su colocación en los mercados, mientras, por lo contrario, los productos primarios procedentes de países en desarrollo sufren amplias y bruscas variaciones en los precios, que se mantienen siempre a gran distancia de la progresiva plusvalía de los primeros. De aquí las grandes dificultades con que han de enfrentarse las naciones poco industrializadas cuando deben contar con las exportaciones para equilibrar su economía y realizar sus planes de desarrollo. Así, los pueblos pobres continúan siempre aun más pobres, mientras los pueblos ricos cada vez se hacen aun más ricos. ”, y los términos de intercambio siempre desfavorables para los países más rezagados “... por la variabilidad en las relaciones comerciales mantenidas entre los pueblos ricos y los pobres ...”, perdiendo éstos la confianza en las ayudas financieras provenientes de los ricos, pues considerarán que “... les quitan con una mano lo que con la otra se les ha ofrecido. Además de que si, como denuncia Juan XXIII, tales ayudas financieras se realizan con la finalidad de influir políticamente en los países que se ha ayudado, convirtiéndose la realidad en escenario de un nuevo colonialismo. De la misma manera, Juan Pablo II declara que “ El sistema internacional de comercio hoy discrimina frecuentemente los productos de las industrias incipientes de los Países en vías de desarrollo, mientras desalienta a los productores de materias primas ...”

Para Pablo VI el librecambio puede funcionar sólo si los países que intervienen se encuentran en igualdad de condiciones; aclarando que “... la llamada ley del libre cambio no puede, ella sola, seguir rigiendo las relaciones públicas internacionales. Puede, sin embargo, aprovechar bien cuando se trata de partes no muy desiguales en potencia económica: es un estímulo del progreso y una recompensa a los esfuerzos. Por eso, las naciones muy industrializadas juzgan que en dicha ley existe clara la justicia. Pero de otro modo se ha de pensar cuando se trata de condiciones muy desiguales entre los países: los precios formados "libremente" por los negociadores pueden conducir a resultados totalmente injustos. Ha de reconocerse, por lo tanto, que el principio fundamental del liberalismo, como norma de los intercambios comerciales, se halla aquí en no recta posición. Es, quizá, en este sentido que Juan XXIII manifiesta que “... Las Comunidades políticas se condicionan mutuamente y se puede afirmar que cada una logra su propio desarrollo contribuyendo al desarrollo de las demás. Por lo cual se impone la mutua inteligencia y la colaboración entre ellas .”

La estructura social de los países subdesarrollados es injusta y se puede comprobar que, mientras la inmensa mayoría vive en condiciones infrahumanas, minorías muy reducidas, generalmente ligadas económicamente con los países desarrollados, acaparan los bienes, la cultura y el poder político.

Juan Pablo II, en concordancia con el magisterio latinoamericano, constata que “... no se puede ignorar que las fronteras de la riqueza y de la pobreza atraviesan en su interior las mismas sociedades tanto desarrolladas como en vías de desarrollo. Pues, al igual que existen desigualdades sociales hasta llegar a los niveles de miseria en los países ricos, también, de forma paralela, en los países menos desarrollados se ven a menudo manifestaciones de egoísmo y ostentación desconcertantes y escandalosas ...”

Puebla observa en América Latina un dualismo que salta a la vista en cuanto a niveles de vida y distribución del ingreso dentro de los países de la región, la lectura que de ello hace es que “...g rupos minoritarios nacionales, asociados a veces con intereses foráneos, se han aprovechado de las oportunidades que le abren estas viejas formas de libre mercado, para medrar en su provecho y a expensas de los intereses de los sectores populares mayoritarios. Sumando así, otra fuente por la cual el “desarrollo” capitalista atenta contra el verdadero desarrollo de los países locales. Este creciente dualismo que se produce tanto a nivel interno como externo no es solo un problema cuantitativo, sino también cualitativo: “... el producto de situaciones y estructuras económicas, sociales y política s...” impregnadas “... no de un auténtico humanismo, sino de materialismo ...”

DM n.2.I.9.a)

DM n.2.I.9.b)

DM n.2.I.8.

PP n.56 y57

SRS n.VI.43.

PP n.58

MM n.III.54. (202)

SRS n. III.14

DP n.47

DP n.30

Como citar este artículo: 

Diaz Almada "Dependencia Económica" [en linea]
Dirección URL: https://www.zonaeconomica.com/dependencia-economica (Consultado el 28 de Mar de 2024)



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